14 June 2011
América Latina y el Caribe en el Camino a Río+20
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Es urgente avanzar hacia un nuevo "pacto social" basado en la transformación de los patrones de producción, con empleo pleno y criterios ambientales.

En Rio+20 el reto es ir más allá de las posturas políticas de Río ‘92, evitar retroceder y asegurarse de que se realicen las reformas apropiadas en el plano comercial, financiero y tecnológico.

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Tanto a nivel mundial como regional, la Conferencia Río+20 se produce en un momento radicalmente diferente al de 1972, cuando el concepto de desarrollo sostenible fue acuñado. Hoy el mundo enfrenta múltiples crisis: financiera y económica, de seguridad alimentaria y cambio climático, las cuales hacen un llamado urgente a un nuevo paradigma de desarrollo, uno que mueva al mundo hacia un “nuevo trato”.

En 1972, a nivel regional, el tema del medio ambiente apenas estaba en la agenda pública, mientras que en 1992 América Latina salía de una “década perdida” debido al débil crecimiento, la alta inflación, las transferencias negativas y al nulo espacio político para negociar. Diez años después, en 2002, la región emergía de un período en que las reformas habían debilitado severamente la capacidad de los gobiernos para aplicar las medidas de política necesarias para un cambio significativo hacia la sostenibilidad.

En 2012 nuestra región probablemente seguirá creciendo con baja inflación, pero todavía con gran desigualdad. Sin duda tenemos instituciones ambientales y sociales más fuertes y administraciones macroeconómicas más sólidas que en el pasado. Brasil, el anfitrión de Río+20, es uno de los países más exitosos de nuestra región.

No obstante, urge avanzar hacia un nuevo “pacto social” basado en la transformación de los patrones de producción, con empleo pleno y criterios ambientales. El reto es ir más allá de las posturas políticas de Río ‘92, evitar retroceder y asegurarse de que se realicen las reformas apropiadas en el plano comercial, financiero y tecnológico.

Durante más de 20 años, los países en desarrollo han estado pidiendo, sin éxito, transferencia tecnológica y financiera desde el mundo desarrollado. Ahora el mundo desarrollado está en problemas y es hora de cerrar las brechas para alcanzar el desarrollo sostenible con equidad social. No es suficiente erradicar la pobreza, tenemos que erradicar la desigualdad en todos los frentes.

Esta es una etapa crítica de la humanidad en la que no hay más remedio que compartir el progreso económico, tanto horizontal como verticalmente, con innovación para todos y claridad política, para así poder enfocarse en la igualdad social y la seguridad ecológica y ambiental.

Hoy contamos con sistemas democráticos más fuertes y con una sociedad civil más organizada. Existe mayor conciencia pública y conocimiento institucional sobre la interdependencia de los temas sociales y económicos y el medio ambiente.

Este escenario es propicio para ejercer el liderazgo y asegurarse de que salgamos de Río+20 con una gobernanza mundial ambiental más fuerte y un mundo listo para avanzar hacia una economía “baja en carbono”.

Esta tiene que ser una cumbre sobre el desarrollo, pero un nuevo tipo de desarrollo. Río+20 ofrece la oportunidad de cambiar nuestro paradigma de desarrollo.

Algunos están pidiendo una transición hacia una economía verde; otros están convencidos de que hay poner en práctica el desarrollo sostenible tal como fue concebido en Río ’92. Desde mi perspectiva, no es suficiente tratar de integrar el medio ambiente y la economía. Cuestiones como la pobreza, la desigualdad, el número de personas que viven en barrios marginales, los patrones de intensidad energética y la calidad de vida en nuestras ciudades dan cuenta de que existe una gran oportunidad para tomar las decisiones y hacer las inversiones correctas, para cerrar las brechas y abrir nuevos caminos hacia la sostenibilidad.

Río+20 debería ser una oportunidad para desarrollar nuevos mercados y fuentes de actividad económica, así como nuevas opciones para la comunidad a través del cuidado del medio ambiente, que es un motor de la transformación productiva. Tenemos que descubrir estas oportunidades.

América Latina y el Caribe se ha especializado en industrias extractivas de recursos naturales, de bajo valor agregado e intensivas en el uso de la energía, así como en sectores de bajo valor agregado en las cadenas de producción globales. Esta estructura productiva, además de ejercer una fuerte presión sobre el medio ambiente y los recursos naturales, ha mantenido las brechas de productividad, ahogando el potencial de crecimiento económico a largo plazo y contribuyendo a la persistencia de altos niveles de desigualdad.

Nuestra experiencia en las últimas dos décadas ha demostrado que los mercados necesitan un conjunto bien articulado de políticas macroeconómicas, industriales, de innovación y competitividad para generar una transformación productiva aprovechando los nuevos paradigmas tecnológicos. Esta idea ha sido abogada por la CEPAL en su más reciente documento La hora de la igualdad (2010).

En el marco de anteriores conferencias históricas sobre desarrollo, América Latina y el Caribe siempre ha adoptado una posición firme y un papel de liderazgo en la expresión de los intereses y desafíos de los países en desarrollo. Bajo estas nuevas circunstancias, nuestras capacidades para mirar hacia adelante han crecido, junto con las de otros países. Esto podría ser descrito en términos de un Sur emergente: un Sur revitalizado con iniciativa y seguro de sí mismo.

La CEPAL está a cargo de la organización de la reunión regional preparatoria para Río+20 de América Latina y el Caribe, que se celebrará en Santiago de Chile entre los días 7 y 9 de septiembre. Todos los organismos de las Naciones Unidas en la región participarán en un esfuerzo conjunto de evaluación de los progresos y falencias en el cumplimiento de los compromisos de desarrollo sostenible.

Hoy existe la oportunidad histórica de construir un modelo de globalización que promueva una mayor conciencia colectiva de los bienes públicos globales. La democracia despierta en todo el planeta. Necesitamos políticas con visión de largo plazo para permanecer un paso por delante del clima y los escenarios tecnológicos, demográficos y culturales.

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